Ralph Waldo Emerson, ensayista y poeta estadounidense, es el autor de una frase millonaria, una de las más inspiradoras en el terreno de la superación personal y la búsqueda del éxito económico para los jóvenes emprendedores de los últimos 130 años:
«Construya una mejor ratonera y el mundo se abrirá camino hasta su puerta».
El mundo de los negocios ha convertido esta cita en todo un ícono del valor de la creatividad, la inventiva, la innovación y la calidad en el trabajo. Si alguien es constante en su esfuerzo, se prepara lo suficiente en el campo de su competencia y logra hacer algo realmente bien, el resto de la gente, sin ninguna duda, lo descubrirá.
De acuerdo con la interpretación tradicional de esta frase, el gran público preferirá por encima de la competencia al hombre que invente un mejor artículo. Sin que importe en absoluto el sitio en el que se encuentre, la multitud acudirá a él, atraída por la excelencia de su producto.
En años recientes, diversos “gurús” de la excelencia y el desarrollo personal, y destacados líderes de opinión en el ámbito de la calidad en los servicios se han valido también de esta frase para motivar el desempeño de las personas que desean mejorar sus condiciones de vida.
El pensamiento de Emerson ha tenido enorme influencia en las mentes creativas de los estadounidenses. Millones de entusiastas seguidores de su filosofía y buscadores de grandes resultados económicos han tomado la invitación de construir una mejor ratonera tan al pie de la letra, que el artefacto en sí se ha convertido con el paso de los años en la máquina más inventada y reinventada en toda la historia de los Estados Unidos, al grado que todavía hoy constituye el símbolo de su espíritu emprendedor.
El sueño americano
La idea de Emerson también se encuentra reflejada en el espíritu del denominado “sueño americano”, tal como fue acuñado por el historiador James Truslow Adams, en su libro The Epic of America, en 1931, donde encontramos por primera vez el término. De acuerdo con este pensador, este concepto va más allá de la esperanza de llegar a una tierra donde poseer bienes materiales y salarios elevados.
El sueño americano aspira a un nuevo orden social basado en el ideal de que, teniendo libertad e igualdad de oportunidades, todo hombre o mujer alcanzará sus objetivos más altos en la vida, sólo con su esfuerzo y determinación; y lograrlos exactamente al mismo nivel que lo hacen quienes fueron bendecidos con las más grandes capacidades innatas.
De acuerdo con esta difundida doctrina, la prosperidad depende de la habilidad y del trabajo individual y no de circunstancias fortuitas, como la herencia o la jerarquía social en la que uno se desarrolló.
Hoy en día los expertos en marketing aseguran que no es suficiente contar con un producto novedoso para lograr el éxito comercial, sino que hace falta, además, toda una estrategia comercial para su posicionamiento en el mercado. No obstante, en las redes sociales abundan las historias de éxito empresarial contemporáneo que narran la situación de muchas personas que, en medio de dificultades económicas, han unido el trabajo duro y constante a una idea innovadora y se han convertido en millonarias en un lapso relativamente breve.
¿Así lo dijo?
Resulta evidente que el prestigio filosófico y literario de Ralph Waldo Emerson —considerado el personaje más importante de su época y padre del movimiento trascendentalista— contribuyó de manera formidable a la difusión y aprecio superlativo de su consejo.
No obstante, se trata en realidad de una cita atribuida de forma equivocada, según refiere Jack Hope en su artículo A better mousetrap (Una mejor ratonera), de 1996.
De acuerdo con sus investigaciones, la primera mención de la frase se encuentra en un texto de Sarah Yule, una ferviente admiradora de Emerson, en su obra Borrowings, de 1889, integrada por una colección de pensamientos inspiradores.
Ahí refiere que en una ocasión lo escuchó en persona pronunciar una versión muy fácil de recordar de su famosa reflexión. Aquella vez, su admirado poeta expresó: “Si un hombre puede escribir un mejor libro, predicar un mejor sermón o hacer una mejor ratonera que su vecino, aunque construya su casa en un bosque, el mundo abrirá un camino hasta su puerta”.
Sin embargo, la lectura de la obra emersoniana ha llevado a Hope a la convicción de que no existe pasaje alguno en que pueda encontrarse la referencia, tal como es contada por la autora, por la simple y sencilla razón de que es materialmente imposible que Emerson pudiera haberla acuñado.
El argumento que esgrime este escritor es por demás incontrovertible: nuestro personaje falleció en 1882 y la primera ratonera fue patentada en Estados Unidos por William Chauncey Hooker hasta 1894, de manera que la anécdota narrada por Yule, siete años después de la muerte de Emerson, es del todo imprecisa en este punto.
Lo que en realidad puede leerse en sus escritos es una entrada de su Diario, de 1855, que contiene la célebre cita: “Si un hombre tiene buen maíz o madera o tableros o cerdos para vender; o puede hacer mejores sillas o cuchillos o crisoles u órganos de iglesia que cualquier otro, encontrarás un ancho y firme camino a su casa aunque esté en medio del bosque”.
Según el propio Hope, desde 1894, fecha en que la oficina de patentes y marcas autorizó el primer registro de propiedad a Hooker, la instancia gubernamental ha otorgado más de cuatro mil cuatrocientos certificados del artefacto, destacando que cerca de noventa y cinco por ciento de ellos ha sido obtenido por aficionados o inventores de primera vez.
Demasiadas patentes
John Lienhard, miembro del Colegio de Ingeniería, de la Universidad de Houston, señala que en nuestros días, la oficina de patentes sigue recibiendo la visita de unas cuatrocientas personas cada año, que solicitan el registro de nuevas ratoneras y cerca de cuarenta logran obtenerlo en alguna de las más de treinta subclases que ya existen: la boca ratonera, la eléctrica, la de ratones vivos, la de pegamento, la de cubeta, la de entrada única, inclusive la de modelos desechables, entre muchas otras.
Estos datos resultan todavía más impresionantes y llamativos si se toma en cuenta que en realidad nadie ha logrado construir una mejor ratonera, de acuerdo con diversos expertos en la materia. Hasta ahora, el modelo tradicional, con barra de muelle, de más de un siglo de antigüedad, sigue probando su “perfección trascendental” y continúa siendo, por mucho, el que logra los resultados más satisfactorios.
Incluso, algunas modalidades de las máquinas patentadas han dado lugar a serias críticas por lo desagradable que resultan los chillidos de los ratones, atrapados vivos por el pegamento o por el olor que despiden al ser electrocutados. Así pues, cuestiones de estética y también de ética han representado poderosas razones al momento en que la gente tiene que decidir qué instrumento usar o no usar.
Paradójicamente, la arenga atribuida por error a Emerson, que prometía un largo desfile de compradores deseosos de adquirir las nuevas invenciones y apiñados a la puerta de sus creadores, ha resultado conducir a un camino estéril y muy poco lucrativo, pues no más de 20 de esas patentes han logrado en toda la historia, apenas alguna ganancia económica.
Y pese a ello, es más que probable que en este mismo momento, cientos de personas, en muchas ciudades de Estados Unidos, estén trabajando afanosamente en nuevas ideas, haciendo pruebas y elaborando proyectos originales que los lleven, por fin, a construir una mejor ratonera.
Con todo esto, vale la pena preguntarse si en realidad estos dispositivos encarnan la promesa de una vía rápida hacia la riqueza económica o simplemente algunas personas encuentran cierta obscura fascinación en el hecho de matar ratones.
En la oferta académica de nuestros posgrados en Innovación Empresarial para la Competitividad, el lector interesado puede encontrar una amplia posibilidad de profundizar en estos interesantes temas.
Para saber más
http://docsetools.com/articulos-de-todos-los-temas/article_22720.html
http://www.uh.edu/engines/epi1163.htm#hope