Durante la adolescencia, el cerebro de quien deja de ser niño es más vulnerable a las experiencias externas debido a la poda de ciertas conexiones neuronales y al surgimiento de nuevos circuitos más complejos orientados a la toma de decisiones. Su identidad sufre rápidas modificaciones porque el adolescente ya no es niño, pero tampoco es adulto.
Esta etapa se caracteriza por el amor al riesgo, la dificultad para controlar impulsos, la falta de autoconciencia y la búsqueda de aceptación de otros jóvenes. En su anhelo de independencia del núcleo familiar, los grupos parecen ser “su nueva familia”. La preferencia por los amigos no es un rechazo per se a los padres, sino un proceso neurológico que se convierte en emocional, ya que participar en dichos grupos, satisface el interés por sus pares con quienes comparte procesos similares.
Apoyo durante el aislamiento social
El grupo de adolescentes tiene función de puente, de trayecto, de objeto transicional —en el sentido de Winnicott— entre la infancia y la autonomía, entre la dependencia infantil y la dependencia adulta y entre la identidad de la familia y la propia identidad (Winnicott, 1951).
¿Cómo ayudarles en este tiempo de aislamiento social que limita el contacto presencial con su grupo? A continuación, algunas rutinas sanas y productivas para apoyarlos:
• Mantener un horario de actividades que funcione con el aprendizaje virtual.
• Hacer que la comida sea un tiempo de transición entre el «día escolar» y las actividades de la tarde. Intentar reunir a toda la familia, procurando conversaciones divertidas y con sentido del humor.
• Permitir «tiempo de inactividad». Darles espacio y tiempo para la privacidad, la creatividad, la música y hablar con sus amigos virtualmente, atenúa el sentirse aislados de sus pares o con dificultades ante los cambios de rutina.
• Discutir sobre COVID-19 con información, calma y de forma directa para ayudar a tranquilizar sus preocupaciones sobre el virus.
• Explicar cómo por medio del distanciamiento social ayudan a disminuir la propagación del virus y protegen a quienes corren mayor riesgo.
• Ayudarlos a cambiar el enfoque de lo que han perdido encontrando maneras de superarlo mediante planes y metas.
• Permitirles interactuar con sus amigos por teléfono, chats, videollamadas o redes sociales. Los videojuegos con amigos pueden ser relajantes y divertidos; sin embargo, conviene acordar el tiempo frente a la pantalla.
• Promover que compartan su mundo virtual con familiares. Muchos adolescentes pueden enseñarle a padres o abuelos cómo usar la tecnología para conectarse.
• Involucrarlos en nuevas responsabilidades como planear o cocinar la cena, enseñarles a sus hermanos un baile nuevo o un juego divertido.
• Sugerirles tomar la iniciativa para realizar proyectos en familia; por ejemplo, reconstruir con fotos la historia familiar o platicar con los abuelos sobre cómo superaron tiempos difíciles en el pasado.
• Ordenar y hacer donaciones. Anímelos a que limpien su cuarto, el sótano o a que organicen el garaje y separen los objetos para donar.
• Salir a caminar o a correr al aire libre, con sana distancia, o promover que hagan ejercicio mediante clases virtuales.
• Ver películas o series en familia o con amigos de forma remota.
• Iniciar un blog, tutoriales en video o un libro de recortes sobre su experiencia con la pandemia y cómo han sobrevivido a ella.
• Hacer recorridos virtuales por museos, caminatas por medio del programa Google Earth o retarlos a ubicar 10 lugares que podrían visitar en el futuro.
Procesos neurológicos y emocionales en la adolescencia
Durante la adolescencia el cerebro presenta una gran plasticidad para transformarse y madurar; incluso, en medio de los duelos y cambios propios de esta etapa, los cuales experimentan tanto los hijos, como los padres.
Los primeros viven la pérdida del cuerpo de niño, de la identidad infantil y de la relación con los padres de la infancia; mientras que los segundos deben desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone renuncias y ambivalencias, así como críticas y provocaciones por parte de los menores.
La adolescencia se describe clásicamente como un periodo de crisis, de transición entre niñez y adultez y de importantes e intensos duelos. Asimismo, es considerado momento de búsquedas y rupturas para la construcción de alternativas personales y sociales.
De esta manera, la consulta clínica nos sitúa cotidianamente frente a la encrucijada entre la independencia y la dependencia, que se entrelazan para tejer la trama subjetiva del ser humano, la cual es paradójica y controversial: entrar al mundo de los adultos —deseado y temido— significa para el adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño. Sin ruptura no hay adolescencia; la necesidad de separación de los padres es esencial en este periodo.
Aberastury ( 2004) considera que, a más presión parental, a más incomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona con desesperación. Es a esta altura de la crisis cuando los padres recurren a medios de coacción de la libertad, como restringirles las salidas con amigos, el uso de dispositivos, o que tengan una ideología propia.
La corteza prefrontal humana es mucho mayor que la de cualquier otra especie y en ella tienen lugar las funciones cognitivas más delicadas, como la toma de decisiones, la planificación de tareas y tiempos o la inhibición de un comportamiento inadecuado. También es imprescindible para la interacción social, porque nos permite leer el comportamiento de los otros, sus acciones y gestos.
El cerebro adolescente sufre una reorganización. Mientras unas áreas aumentan de tamaño, otras lo reducen para que aparezcan nuevos circuitos y conexiones que permitan ejecutar dichas funciones cognitivas basadas en el análisis crítico de cada situación, lo cual caracteriza al humano adulto.
La sede principal de dichos “circuitos de decisión” es la corteza prefrontal, ubicada en la parte anterior del cerebro, que es la última en madurar; por ello, el adolescente aún no la ha desarrollado del todo. Las habilidades que no practique, usarán menos los circuitos que las sustentan y se desharán las uniones sinápticas en una especie de poda de lo superfluo.
El cerebro adolescente es más vulnerable a las experiencias externas debido a la inestabilidad de sus circuitos, que están en transformación constante. Debe afrontar cambios muy importantes y a veces se encuentra pendiente de un hilo, o mejor dicho “pendiente de un circuito”. ( Mas, 2013).
Además, en el cerebro adolescente, el sistema límbico donde se procesan emociones y recompensas responde con más fuerza en comparación con el cerebro del adulto cuando la pasan bien o hacen cosas emocionantes, descargando dopamina, la cual produce una sensación placentera. Asimismo, las hormonas sexuales tienen un papel relevante en la adolescencia, ya que son responsables de los cambios corporales e intervienen en el desarrollo emocional, mental, psicológico y social del adolescente.
Por ello, ahora que el distanciamiento social ha hecho que los hijos adolezcan de la convivencia con su grupo de amigos, tan importante para su identidad, es necesario procurar formas alternas de interacción y rutinas saludables que compensen esta necesidad propia de su edad.
Para saber más
Licenciatura en Psicología, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/licenciaturas/division-de-la-salud/psicologia/
Diplomado en Neuropsicología, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/educacion-continua/diplomado-en-neuropsicologia/
Clínicas de la Salud, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/servicios/clinicas-la-salud/
Luz Galindo, El cuidado en las familias mexicanas, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/cuidado-las-familias-mexicanas/
Eva González, Consejos para controlar la ansiedad, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/consejos-controlar-la-ansiedad/
Karemm Danel, Elementos para la clínica psicoterapéutica con niños y adolescentes, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/elementos-para-la-clinica-psicoterapeutica-con-ninos-y-adolescentes/