Ante la muerte de la reina Isabel de Inglaterra, vi nuevamente la película El discurso del rey que narra parte de la historia del príncipe Alberto, posteriormente el Rey Jorge VI (padre de la reina), quien sucede al trono del Reino Unido, cuando su hermano abdica por el amor de una divorciada y se avecina la Segunda Guerra Mundial.
Alberto sufre de tartamudez, condición que, además de impedirle hablar fluidamente en público, le causa inseguridad, miedo y enojo.
Elisabeth, su esposa, una mujer fuerte y decidida, pero, sobre todo, llena de amor y compromiso incondicional, es quien encuentra al logopeda Lionel Logue. Ella lo visita por primera vez y concreta la cita para su esposo.
El comienzo antes de ser rey
Lionel es un peculiar hombre, sin educación médica. Aún siendo joven en Australia, se formó en oratoria y artes escénicas. Tras la Primera Guerra Mundial, se dedicó a la labor como logopeda y abrió su consulta en Londres, aun sin dejar su amor por los escenarios.
Desde la primera consulta, Lionel utiliza métodos poco ortodoxos con el príncipe. Al principio, éste se siente molesto y desanimado, pero, posteriormente, al escucharse en una grabación sin tartamudear, accede a continuar con la terapia.
El logopeda obliga a Albert a detenerse y reflexionar sobre su vida y a pesar de que aceptó tomar la terapia por razones de “imagen” y compromisos reales, poco a poco asume que en su pasado están las razones personales de su patología. Un ejemplo de ello es que le obligaron a «no ser” zurdo, entre muchos eventos traumáticos.
Un nuevo camino
Ante esta situación, la acción deja a un lado la conmiseración. Albert empieza a trabajar en sí mismo, con las potencialidades que posee. Se responsabiliza así de su propia vida e inicia el camino a una sanación integral. Descubre poco a poco lo valioso que es y lo importante que es para el mundo.
Aunque Albert pierde la fe nuevamente y da pasos hacia atrás, finalmente tiene que afrontar, vencer los miedos y abrazar al niño interior, para ponerse al servicio de una nación, convirtiéndose en George VI.
Por otra parte, Lionel fue llamado a servir y a ayudar al hombre más poderoso de un país. Acepta que no es médico (nunca mintió, pero no lo aclaró) y deja a un lado su frustración por no ser el gran actor que siempre soñó. Así es como toma el papel que la vida le da y con el que va a realizar su mejor actuación: ser mentor y ayudar al rey a encontrar su voz.
¿Y tú ya encontraste tu voz?