La identidad mexicana es el tema del que el doctor Ramiro Gómez Arzapalo nos habla en esta ocasión. En vísperas del 16 de septiembre, es, sin duda, un texto interesante y oportuno.
Diversidad étnica
El territorio actual de México está conformado por una exuberante diversidad étnica. En lo que hoy se entiende por un país moderno, aglutina muchos grupos culturales. Grupos cuyas raíces van más atrás de la colonización española en el siglo XVI.
Este mosaico plural y diverso ha sido objeto de un sistemático intento de homologación desde el período colonial. Y esta característica se hereda al período del México independiente.
Los “indios” de la Colonia
En la Colonia, se considera a todos esos grupos bajo el título genérico de “indios”. Y entre lo “indio” todo se consideró igual. Con esta acción, se dieron cuatro sucesos:
- Se ignoraron siglos de diversidad interactuante entre estos grupos con lenguas, costumbres y cosmovisiones diferentes.
- Igualmente, se desdibujaron las fronteras tradicionales que mantenían un orden de interrelaciones políticas y económicas.
- Se trazaron nuevas fronteras regionales según los nuevos intereses extractivos y de expansión del nuevo orden político, económico y social de la Corona.
- Se congregaron los pueblos dispersos de indios y se construyó una nueva estructura social.
Un juego social discriminatorio
Por un lado, se mantuvo la catalogación jurídica de indios durante la mayor parte de la Colonia. Pero no se atendió a la diversidad étnica inherente a ese universo ahora englobado bajo este mismo término. Además, la intromisión de otros grupos sociales como los negros, judíos, y luego orientales, incrementó la diversidad ya existente. Pero también a todas las combinaciones que, con las mezclas, empiezan a incrementar nuevos sujetos sociales. Dichos sujetos reclaman su propia identidad y la consecuente diferenciación con los otros miembros de la sociedad.
Las castas son ejemplo claro de esas dinámicas de juego social discriminatorio que a la vez identifica con lo propio y distingue de lo ajeno.
Los nuevos vecinos
Llegamos al final del período Colonial, con las reformas borbónicas y la modernización del aparato estatal hispano. En este período, se pretendió homologar a todos los miembros de la sociedad en un rubro unitario. Ya no se hablará de indios, cambujos, mulatos o mestizos, sino ahora todos son “vecinos”. Se trata de un intento político de unificar la población en un nuevo orden sin distinciones ni privilegios.
La Independencia
Después, llegamos hasta el movimiento de independencia, el acontecimiento fundante de nuestro México contemporáneo como nación moderna.
La abolición de la esclavitud y las castas, las leyes de reforma y los ideales sociales desembocaron en el movimiento revolucionario. En este sentido, fraguaron poco a poco la estructura del pensamiento moderno en las instituciones que se conformarían en el período posrevolucionario. Y éstas serían las garantes de que los ideales de la revolución se llevaran a la praxis cotidiana de la vida nacional.
Primero, lo plural
Sin embargo, los discursos desde la cúpula dirigente difícilmente llegan de manera libre hasta las bases en todos los rincones de México. No por defecto de la intención y los esfuerzos invertidos, sino precisamente porque la base es plural y diversa.
En esa medida, responde primero a intereses, costumbres, tradiciones e historia regionales antes que nacionales. Lo plural es antes que lo unitario.
El discurso unitario de una sola identidad mexicana es posterior a la vivencia histórica de diversidad y pluriculturalidad interactuante en este inmenso territorio. Un territorio cuya vocación social primera fue de inclusión y convivencia desde la diversidad reconocida y aceptada.
Identidad mexicana, una realidad ficticia
Pretender un modelo monológico de identidad nacional válido de costa a costa y de frontera norte a frontera sur es ficticio y falaz. Porque no responde a la realidad histórica y cultural de México.
Así, no dejan de sorprender los momentos que se ha intentado proponer oficialmente la esencia de la identidad mexicana. Como sucedió en el movimiento muralista mexicano, brazo ideológico del gobierno posrevolucionario. Mediante el arte, fiestas, verbenas, tradiciones, comidas, celebraciones de santos, día de muertos, posadas, ferias, entre otros festejos. Dicho movimiento los pretendía todos como elementos aceptados por sectores sociales y grupos culturales que se ven reflejados en ellos. O, por lo menos, que en esos festejos ajenos se reflejan los propios.
México, pluralidad identitaria
Que México es un país pluricultural ya se ha incorporado al discurso hegemónico. Por lo tanto, habrá que reconocer también que es un territorio de pluralidad identitaria. Una pluralidad donde la convivencia cotidiana ha permitido cierta integración operativa y funcionalidad social.
Los pendientes
No obstante, no podemos ocultar que lo anterior no resuelve graves problemas del país y que debemos tener presentes. Nos referimos a la discriminación que aún padecemos y a la movilidad social migratoria ha agravado seriamente en esta última década.
Para saber más
Licenciatura en Filosofía, Universidad Intercontinental.
Maestría en Filosofía y Crítica de la Cultura, Universidad Intercontinental.
Observatorio de Religiosidad Popular (ORP) “Alonso Manuel Escalante”.
Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes es doctor en Historia y Etnohistoria. Profesor-investigador en la Universidad Intercontinental, en las licenciaturas en Filosofía y Teología, director del Observatorio Intercontinental de la Religiosidad Popular “Alonso Manuel Escalante” (ORP) y Director Académico de la revista Intersticios. Filosofía, Arte, Religión, publicación del programa académico de Filosofía UIC. Es, además, un estudioso de los procesos culturales implícitos en los fenómenos religiosos populares en comunidades de ascendencia indígena en México.