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Autor UIC

Escrito por: Dulce María Griselda Quiroz Bustamante
Licenciatura en Traducción, Localización e Interpretación
noviembre 6, 2021

Spinoza se basa en la escritura sagrada para hacer su análisis religioso y político del pueblo hebreo. El Compendio de gramática y hebrea y el Tratado teológico-político nos muestra la preocupación de Spinoza por el lenguaje, su necesidad de hacer una gramática de lenguaje humano, no transcendente, en el caso de la Gramática, que sin embrago tiene que basarse en los orígenes de los hebreos consignado en la escritura sagrada.

Al preguntarnos por la posible imperfección del lenguaje que se consigna en la escritura, tenemos que resolver si se trata de una imperfección de la forma de la lengua o si se trata de errores concernientes a la interpretación.

Spinoza analiza ambos aspectos, ya que analiza las características de la lengua hebrea, señalando sus ambigüedades, mismas que dificultan la interpretación. Otro aspecto que es necesario tomar en cuenta es la consideración de la mediación de los profetas, sus recursos imaginativos al momento de manifestar la palabra, la validez de la palabra revelada como divina.

Lenguaje divino

Ante el problema del lenguaje, es preciso considerar que, de acuerdo con Spinoza, si nada puede concebirse sin Dios, el lenguaje es un atributo divino. La palabra divina es perfecta por definición, ya que Dios no puede ser imperfecto. En este sentido, afirma Spinoza: “Pues cuanta más perfección tiene alguna cosa, tanto más participa de la divinidad y tanto más expresa la perfección de Dios”.[1]

Interesante referencia si se toma en cuenta el propósito del Compendio de gramática de la lengua hebrea, que consiste en una descripción de dicha lengua, más allá de la trascendencia de la lengua consignada en la escritura. Spinoza parte del interés en la lengua humana, ya que, como consigna en el tratado, la lengua hebrea prácticamente ha desaparecido:

La nación hebrea ha perdido toda su gloria y todo su esplendor (no es de admirar después de todas las destrucciones y persecuciones por las que ha pasado), y apenas ha conservado algunos restos de su lengua y algunos monumentos de su literatura, la mayor parte de los nombres de frutos, peces, pájaros, etc., han perecido por la injuria de los tiempos; la significación de multitud de nombres y de palabras que se ecnuantran en la Biblia se ignora o da motivo a controversia.[2]

La fuente de la lengua está en la palabra divina de la escritura, ya que es la única fuente donde la referencialidad del lenguaje no ha perdido su vigencia. Si bien pudiera considerarse que esta pérdida de la vigencia de la referencialidad de la lengua indica una forma de imperfección, es cierto que el hecho de que la significación de los nombres de encuentre en la escritura evidencia la perfección de la lengua hebrea.

La lengua hebrea es perfecta al encontrarse su origen en la palabra divina que se revela en la escritura. En este sentido, Spinoza escribe en el Tratado teológico-político:

Por estas tres causas se llama la escritura palabra de Dios: 1.°, porque enseña la verdadera religión de que Dios es autor; 2°, porque refiere predicciones en las cosas futuras como decretos de Dios; 3° y última, porque aquellos que fueron sus autores enseñaron ,no por luz natural ordinaria, sino por otra particular, e introdujeron a Dios hablando por su boca.[3]

Materialidad de la escritura

No obstante, la perfección de la lengua que se manifiesta en la escritura, en tanto manifestación de la lengua divina, podría ser eclipsada por la diferencia que se evidencia entre la verdad propia de la escritura y lo que llega a los hombres por medio de la palabra de los profetas: “porque una cosa es entender la escritura y el pensamiento de los profetas y otra el pensamiento de Dios, es decir, la verdad misma de la cosa (tte, capítulo xii, 203).

La distancia entre el pensamiento de Dios y la palabra que se manifiesta como vehículo de ese pensamiento puede dar lugar a ciertos equívocos. La primera duda sobre la veracidad de la palabra divina proviene de la duda acerca de la manifestación de Dios ante Moisés y acerca de la materialidad de su palabra. Para Spinoza, no hay posibilidad de duda en relación con la veracidad de estas manifestaciones:

“Basta recorrer los libros sagrados para reconocer que todas las revelaciones de Dios a los profetas se han cumplido por símbolos o por palabras, o por los dos medios a la vez, y estos medios eran, o reales y existentes fuera de la imaginación del profeta, o imaginarias, estando ya dispuesto el espíritu de éste para escuchar las palabras no pronunciadas o ver signos soñados” (tte: cap. i, parágrafo 9, 24).

Por tanto, no hay posibilidad de error en la escritura. Al tratarse de la derivación de la ley divina, no puede originarse en una equivocación. Para Spinoza, si se manifestara en ella un error, sería entonces un libro distinto. Lo que la escritura revela es palabra divina y puede comprenderse su significado, aun cuando para el vulgo sea necesario recurrir a su entendimiento más alto para comprender su significado:

“Hemos demostrado con estos hechos que la escritura no se llama, propiamente, palabra de Dios, sino en razón de la religión, o sea, en razón de la ley divina universal. Fáltanos ahora mostrar que la escritura, en cuanto recibe es nombre, no está equivocada, corrompida ni mutilada. Y yo llamo aquí equivocado, corrompido y mutilado a todo lo escrito tan de mal modo que no pueda deducirse el sentido de la oración del uso vulgar de la lengua o de la sola escritura”.[4]

Sobre la gramática hebrea

Una objeción a la imposibilidad del error puede originarse en la ambigüedad inherente a la lengua hebrea. Spinoza menciona las particularidades de esta característica al referirse a la gramática; hay entonces cinco causas de ambigüedad, que señala en el Tratado teológico-político:

1. La confusión entre las letras que se articulan en un mismo órgano

2. La polisemia de las conjunciones y los adverbios

3. La carencia de tiempos verbales, como el indicativo de presente, pretérito imperfecto, pluscuamperfecto y futuro perfecto.

4. La ausencia de vocales

5. La falta de signos para separar frases y pronunciar palabras.

Estos elementos son descritos con amplitud en el Compendio de gramática de la lengua hebrea, donde Spinoza consigna: “pues los hebreos no parecen haberse preocupado menos de alguna cosa que de evitar equívocos”.[5]

A pesar de estos posibles equívocos, el autor insiste en que se trata de la estructura de la lengua, lo que no impide la transmisión incorrupta de la palabra divina. En este sentido, critica a los masoretas al afirmar que ellos adjudican una adoración supersticiosa a la letra, dejando de lado la esencia divina que subyace en la materialidad de la palabra:

“La misma escritura nos hace saber sin dificultad ni ambigüedad alguna nuestro objeto más alto: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. Y esto no puede ser apócrifo ni escrito por una pluma rápida o equivocada, porque si la escritura jamás ha enseñado otra cosa, ha debido necesariamente enseñar todas las demás de otro modo, puesto que esta máxima es el fundamento de la religión, quitando lo cual se desploma toda la máquina de un solo golpe”.[6]

A pesar de afirmar esta verdad, Spinoza no deja de mencionar la posibilidad del error que se origina en las representaciones de la imaginación, con el fin de hacer una adaptación a las creencias del vulgo:

“Porque en la escritura se encuentran como reales una multitud de cosas que se aceptan por tales y que sin embargo en el fondo sólo son representaciones de cosas imaginarias. Por ejemplo: que Dios (sumo ser, ens summum) descendiese del cielo, que el Sinaí haya arrojado humo y aparecido inundado en fuego, porque Dios iba a descender sobre sus cumbres, o que Elías se viese arrebatado al cielo en un carro conducido por caballos de fuego, hechos que no han sido sino representaciones adaptadas a las creencias de aquellos que los han referido como se les representaron, es decir, como reales”. [7]

En relación con este aspecto imaginativo, Spinoza regresa al aspecto formal de la lengua al advertir advierte acerca de la necesidad de conocer los tropos lingüísticos. El soporte gramatical de la lengua sería una herramienta útil para poder distinguir lo verdadero de lo falso, sobre todo en lo referente a los milagros.

Para saber más

Baruch Spinoza, Compendio de gramática hebrea, en Guadalupe González Diéguez (tr.), Madrid, Trotta, 2005.

_______ Las cartas del mal, en Eduardo Mosches (ed.), México, Folio, 1986.

______ Tratado teológico-político, en Emilio Reus y Bahamonde (tr.), Madrid, Gredos.


[1] Baruch Spinoza, Cartas del mal, p. 93.

[2] B. Spinoza, Tratado teológico-político, capítulo vii, parágrafo 45, p. 132.

[3] Ibidem, libro XII, p. 202.

[4] Ibidem, capítulo XII, parágrafo 329.

[5] B. Spinoza, Compendio de gramática hebrea, p. 118.

[6] B. Spinoza, Tratado teológico político, capítulo XII, p. 205.

[7] Ibidem, capítulo VI; parágrafo 57, p. 115.



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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