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Escrito por: Eduardo Mena
Docente de la Licenciatura en Pedagogía e Innovación Educativa
febrero 14, 2023

Mediante estudios relacionados con la educación aparece la teoría pedagógica que presenta una situación cuestionable, la cual se discutirá a continuación.

Teoría pedagógica

Cuando un profesional de la educación se encuentra frente a la teoría pedagógica suele acontecer un doble asesinato, una lucha interna que no deja sobrevivientes.

En el mundo “real” —eufemismo para designar al “campo laboral»—, la teoría pedagógica parece infértil porque desde su apropiación fue abordada como un conocimiento que tiende o pretende la cientificidad “pura”, el “en sí” trascendental de la educación que arroja definiciones pletóricas y áuricas de la “formación”, la “instrucción” y demás.

Entonces, ¡claro está!, el mundo de las reflexiones pedagógicas siempre se encontrará desfasado del ámbito del trabajo.

Contexto de pedagogía y humanidad

En muy pocas ocasiones, se le solicitará a un pedagogo un informe de las diferencias, por ejemplo, entre las tradiciones francesas y alemanas que configuraron en primera instancia el campo de la teoría pedagógica.

Siendo así, los profesionales y los estudiantes de pedagogía desisten de ese acercamiento por parecer demasiado “humanista”, demasiado “teórico”. Las nuevas reflexiones de la teoría pedagógica mueren y el pedagogo se aleja vertiginosamente de tanta información que no da ganancias en dinero.

El problema de la teoría pedagógica

Para salvar a esta relación, y con ella a sus integrantes, es necesario comprender de dónde ha surgido el problema. En términos muy generales, puede aseverarse que el origen del asunto se enraíza en la tradición occidental moderna del conocimiento.

Tomando nombres como símbolos —cimas históricas que absorben en su identidad el espíritu de una actitud epistémica—, podría afirmarse que René Descartes, el positivismo comtiano y la industria tecnócrata nos heredaron una concepción puritana, empirista, sistémica y dotada del conocimiento de un utilitarismo vacío y profano que utiliza el adjetivo “científico” para legitimar su lugar en la sociedad. Por su parte, Germán Cano (2001) —apoyado en el pensamiento de Friedrich Nietzsche— tipifica a este tipo de aproximación epistémica como “ascética”.

La visión de Nietzsche

El filólogo alemán afirmó:

¿Puede una religión cualquiera exigir más renunciamiento, expulsar de sí a los egoístas más implacablemente que la ciencia? Sin embargo, esta “renuncia” ha dejado ya de tener sentido. Si la ciencia no estuviese ligada al placer y a la utilidad del conocimiento, ¿qué nos importaría la ciencia? Si nuestra alma no fuese conducida al conocimiento por un poco de fe, de amor y de esperanza, ¿qué nos atraería de la ciencia? (p. 68)

Teoría pedagógica con otros intereses

Ante tal sentencia, vale la pena observar lo siguiente. Cuando la teoría pedagógica es tratada con los intereses mercantiles, ascéticos, carentes de fe y llenos de cientificidad, exige la muerte simbólica del pedagogo. Su información —al querer dominar al pedagogo y a sus demandas cotidianas— esteriliza sus propias potencias.

Buscando su consolidación científico-social a través de la defensa férrea del castillo de conceptos inmaculados como educación, formación, evaluación o aprendizaje termina por no permitir la entrada de nada ni de nadie.

Un escenario posible

¿Qué sucedería si, por el contrario, la formación de los estudiantes de pedagogía no se asentara en el deseo ávido de conocer “científicamente” a la educación?

Por ejemplo, ¿si en lugar de programar el aprendizaje certero del porvenir de un niño fundamentando sus técnicas y estrategias con manuales que aseguran el éxito de tal o tal actividad, se escuchara y construyera la realidad educativa desde su auténtica existencia?

La teoría como sabiduría

Cuando la teoría pedagógica se relaja, se vuelve una agilidad anímica. Vista como una sabiduría, la teoría pedagógica se vuelve una herramienta vital que atraviesa el actuar profesional y existencial del individuo.

La visión de pedagogos

A saber, es cierto que difícilmente se le va a exigir un informe de las teorías pedagógicas a un profesional en el campo laboral. Pero también es posible imaginar, por ejemplo, que los pedagogos que conozcan a profundidad el célebre texto de Jean-Jacques Rousseau (2010), Emilio o la educación, difícilmente se sorprenderán de que un adolescente se comporte como “un león con calentura”(p.226) cuando deba orientarlo en sus decisiones vocacionales.

Asimismo, ¡cuánto se puede beneficiar la educadora que, pretendiendo ayudar a un niño a tejer el regalo del día de las madres, recuerde las palabras de Montaigne (2007) en su texto La formación de los hijos: “Ciertamente, lo volvemos servil y cobarde por no dejarle la libertad para hacer nada por sí mismo.” (p. 193)!

Teorías y conclusiones

Al final, lo único cierto es que toda teoría pedagógica abordada con la seriedad científica descrita termina por volverse odiosa. Sólo se vuelve fértil cuando se le entiende como una sabiduría que dota al pedagogo de una mirada profunda, amorosa y llena de fe para construir y enfrentar lo pedagógico ahí donde parece no haberlo o donde, habiéndolo, las emociones y las situaciones complejas podrían haberlo desbordado.

Para saber más

Licenciatura en Pedagogía e Innovación Educativa y Licenciatura en psicología



* Las opiniones vertidas en las notas son responsabilidad de los autores y no reflejan una postura institucional

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