Para nadie es un secreto que la relación entre los empresarios y sus trabajadores ha sido siempre conflictiva.
Durante el siglo xx, los movimientos sociales más sobresalientes se suscitaron bajo el amparo de dicha confrontación, y el panorama actual del país es una muestra, la cual se manifiesta mediante el concepto de polarización, que a diario escuchamos.
Por ello, vale la pena preguntarnos si se trata de un conflicto esencial y, por tanto, irresoluble, o si es posible pensar en un escenario donde ambos grupos puedan avanzar conjuntamente en la búsqueda de sus propios intereses.
A continuación, presentamos tres posturas al respecto.
Un conflicto sin solución
Para un grupo de teóricos, los intereses de patrones y empleados son por naturaleza antagónicos; incluso, afirman que, históricamente, las conquistas de unos se han logrado a costa de otros. El término lucha de clases, ampliamente utilizado por el marxismo, denota con precisión esta incompatibilidad.
De acuerdo con esta postura, los intereses de ambos grupos son irreconciliables y sus objetivos se contradicen entre sí; en consecuencia, la confrontación es inevitable.
Términos como los que producen y los que no producen, los explotados y los explotadores, los proletarios y los burgueses, los pobres y los ricos señalan los términos en los que se plantea dicha batalla.
Unos luchan por la liberación y otros por la opresión. Unos sólo pueden lograr su ganancia mediante la pérdida de los otros.
Por ello, ambos grupos son tan dispares, son contrarios, no se unen y uno nunca será el otro. Desde esta perspectiva, el conflicto laboral no es uno más de los problemas de nuestras sociedades, es su conflicto fundamental.
Escenario distinto, misma confrontación
No obstante, hoy en día ese retrato de la situación no convence a muchos pensadores, un segundo grupo para el que la clase media actual está lejos de ser el proletariado que Marx tenía en mente.
Lo anterior, porque señalan que ha dejado de ser el grupo mayoritario en gran parte de las sociedades al no ser responsable de la generación de toda la riqueza de los países; porque está muy lejos de movilizarse espontáneamente, y porque ha dejado de ser el grupo de los explotados y los necesitados.
A pesar de ello, los autores reconocen que aún existe evidencia de la esencia conflictiva que gobierna las relaciones entre ambos bandos. Por ello, indican que la única manera de buscar un equilibrio entre estos conjuntos es mediante la intervención de cuerpos legislativos adecuados.
Los trabajadores sólo conquistarán mayores cuotas de poder e influencia en la medida en que puedan seguir asociándose para nivelar la balanza. Los movimientos sindicales, obreros y campesinos del último siglo son un claro ejemplo de tales logros.
Así, nuestro sistema de relaciones laborales se basa en una economía de mercado que reconoce y asume el conflicto de intereses entre trabajadores y empresarios, al considerarlo un elemento consubstancial al sistema.
La solución
Por su parte, un tercer grupo de pensadores sí ve posibilidades de superación. En el propio corazón de la empresa laten potencialidades que permitirían ir compaginando los intereses de unos y otros en búsqueda del bien común. Esta postura tiene como base la idea de una cultura de la cooperación.
Para estos autores, los trabajadores son un grupo de interés más en el ecosistema de la empresa. Un grupo de interés o Stakeholder es todo aquel que se ve afectado directa o indirectamente por el desarrollo de la actividad empresarial y, por tanto, también tiene la capacidad de afectar directa o indirectamente el desarrollo de ésta.
Los trabajadores se consideran como uno de los agentes económicos más directos y más cercanos en la vida de la empresa: por tanto, sus intereses particulares deberán equilibrarse con los de los demás grupos. Propietarios, inversionistas, clientes, proveedores y competencia, son ejemplos clásicos de estos colectivos.
Así, el problema laboral es simplemente uno más de los conflictos que se presentan naturalmente cuando se trata de alinear intereses diversos.
Responsabilidad social de la empresa
Teorías empresariales modernas señalan la necesidad de que la organización integre la relación con los trabajadores en un ámbito más amplio. Se trata de una cuestión social de primera magnitud que requiere de nuevas formas de aproximación. Está ligada, ni más ni menos, que a la supervivencia de la propia sociedad.
Es un hecho que la responsabilidad social de la empresa no puede exigir que se establezcan relaciones horizontales entre todos los participantes. No es posible reivindicar los mismos derechos para todos los grupos de interés, ni que todos asuman obligaciones semejantes.
Sin embargo, no puede dejar de mencionarse que el colectivo de los trabajadores constituye un grupo muy especial de afectados. Desde la revolución industrial, éste ha soportado profundas transgresiones a sus derechos fundamentales.
Desafíos actuales
Es prioritario que el empleo ofrecido por la empresa integre condiciones que respeten otras exigencias de la dignidad humana ligadas al derecho al trabajo: trato justo; salario justo, y mínima seguridad o cobertura en caso de enfermedad, maternidad, paternidad o envejecimiento.
No debemos olvidar que, a final de cuentas, el grupo de los trabajadores es el que más arriesga en un proyecto empresarial y es, sin duda, el colectivo que sufre de modo más dramático las consecuencias de una gestión inmoral. No sólo deja de tener empleo, sino que ve negada su ciudadanía, su dignidad y su derecho a vivir.
Para saber más
Maestría en Administración de Negocios, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.4uic.mx/posgrados/innovacion-empresarial-la-competitividad/maestria-en-administracion/
Sasía, Pedro, La empresa a contracorriente. Cuestiones de ética empresarial, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2004.
Llano, Carlos, Dilemas éticos de la empresa contemporánea, México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
Cortina, Adela, Ética de la empresa: claves para una nueva cultura empresarial, Madrid, Trotta, 2005.